Cuatro pasos para que Jesús viva y reine en mí
Celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Pero,
¿cómo lo voy a formar en mí? ¿Cuál es la receta? San Juan Eudes te puede ayudar
a iniciar.
Le compartimos cuatro claves de nuestro fundador para que Jesús sea
el Rey de su Corazón:
Primer paso:
Acostumbrémonos a verlo en todas las cosas y a tenerlo por único
objeto en nuestros ejercicios de devoción y en todas nuestras acciones, con
todos sus estados, misterios, virtudes y acciones. Porque él es todo en todas
las cosas: el ser de cuanto existe, la vida de los vivientes, la hermosura de
las cosas bellas, el poder de los poderosos, la sabiduría de los sabios, la
santidad de los santos. Casi no ejecutamos acción alguna que él mismo no haya
realizado cuando estaba en la tierra: ésa es la que debemos contemplar e imitar
mientras ejecutamos la nuestra. De esa manera, pensando en él a menudo y
contemplándolo en todas las cosas, llenaremos nuestro entendimiento de Jesús y
lo formaremos e instalaremos en nuestro espíritu.
Segundo paso:
No sólo debemos formar a Jesús en nuestro espíritu, pensemos en él
y contemplémoslo en todas las cosas: también lo formaremos en nuestros
corazones con el ejercicio frecuente de su divino amor. Elevaremos a menudo,
amorosamente, nuestro corazón hacia él y haremos todas nuestras acciones por su
amor, consagrándole todos nuestros afectos.
Tercer paso:
Lo formaremos dentro de nosotros por el vaciamiento de nosotros
mismos y de todo lo nuestro. Porque si deseamos que Jesús viva y reine en
nosotros hay que hacer morir y desaparecer todas las criaturas de nuestro
espíritu y de nuestro corazón. Ya no las amaremos por sí mismas sino en Jesús y
a Jesús en ellas, Tenemos que hacer de cuenta que el mundo y cuanto hay en él
ha desaparecido y que para nosotros no existe sino Jesús en este mundo; que
sólo a él hemos de contemplar, agradar y amar.
Nos esforzaremos también por destruir nuestro criterio, nuestra
voluntad y amor propio, nuestro orgullo y vanidad, nuestras inclinaciones y
hábitos desordenados, los deseos e instintos de nuestra naturaleza corrompida y
todo lo que nace en nosotros. Porque en nosotros mismos nada hay libre de la depravación
del pecado: todo es contrario a Jesucristo, a su gloria y a su amor. Por eso todo debe desaparecer para que
Jesucristo viva y reine plenamente en nosotros. Es éste el principio
fundamental y el primer paso en la vida cristiana. Es lo que la Palabra santa y
los santos Padres llaman “perderse a sí mismo”, morir a sí mismo, renunciar a
sí mismo. Y ésa debe ser una de nuestras preocupaciones principales, uno de los
principales ejercicios que debemos realizar mediante la abnegación, la
humildad, la mortificación interior y exterior, como medio precioso para formar
a Jesús en nosotros.
Cuarto paso:
Pero como la gran tarea de formar a Jesús en nosotros supera excesivamente
nuestras fuerzas, debemos acudir, ante todo, al poder de la gracia divina y a
la intercesión de la Virgen y de los santos. Roguemos, pues, con insistencia a
la Virgen, a los ángeles y a los santos que nos ayuden con sus oraciones.
Entreguémonos al poder del eterno Padre y al amor ardiente que tiene a su Hijo;
entreguémonos también a su Espíritu Santo y supliquémosle que nos aniquile
enteramente para que Jesús viva y reine en nosotros.
Aniquilémonos a menudo a los pies de Jesús y supliquémosle, por el
gran amor con que se anonadó a sí mismo que emplee su divino poder para
aniquilarnos y para establecerse en nosotros.
San Juan Eudes, Vida y Reino de
Jesús
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